Pobrecito mi asesino,
piensa que el muerto soy yo.
Me duele acá arriba, acá… en esta parte, en Guatemala.
Llegué de Guatemala hace pocos días.
Llegué triste y conmovido.
Dolido.
Allá -entre el aeropuerto La Aurora y la hermosa Antigua- alcancé a ver en el Bulevar Liberación los carteles que anunciaban la presencia de Facundo Cabral.
-No vaya- me dijo el que manejaba la camioneta…por seguridad.
Las calles de Antigua en Guatemala no son muy distintas a las de Colonia de Sacramento.
Los antigüeños hablan nuestro mismo idioma, salen a fumar a la vereda y los niños juegan a la pelota en las esquinas.
Tienen más flores que todas nuestras ciudades juntas, hay locos que salen a trotar a la mañana con 35 grados y 1800 metros de altura, las iglesias se llenan de fieles todos los días, los taxis tienen tres ruedas y los volcanes Agua, Fuego y Acatenango custodian la ciudad patrimonio de la humanidad.
No se ven perros en las calles, las fachadas son todas bellísimas, los patios son espacios de regocijo, la gente es amable y sonríe… pero tienen tristeza en los ojos.
…resignación – me dijo un guía turístico- lo que tenemos en los ojos es resignación. Cuando nos suelta una guerra nos agarra un terremoto- agregó.
Pero Antigua es distinta. Antigua es segura.
Apenas llegué al hotel prendí el televisor y puse un canal local para saber qué estaba pasando en la tierra de Rigoberta.
Desde un plasma adosado a la pared apareció una señora de unos 60 años que buscaba a su hija.
-¿Cuánto hace que la busca?- preguntó el periodista.
-Dos días- respondió con lágrimas y angustia la mujer. Pero no la busco toda- agregó. Acá tengo su cabeza.
La siguiente nota del informativo llegaba desde estudios.
Un informativista local pero con tono de CNN contaba que “27 campesinos fueron decapitados en Petén. Sicarios del narcotráfico asesinaron ayer al menos a 27 personas en un caserío en el norte de Guatemala. La policía sospecha que las víctimas, entre ellas menores de edad y mujeres, habrían sido asesinadas por miembros del cártel mexicano de los Zetas, un violento grupo formado por ex militares de élite que ha extendido sus operaciones a Centroamérica.”
La noticia siguiente hablaba de un jugador de futbol argentino y su padre que fueron asesinados mientras observaban una práctica de su equipo.
–“Los guardaespaldas han quedado incomunicados porque se sospecha que puedan tener algo que ver en el asesinato”—agregó el informativista.
Una señora muy bien vestida y muy bien hablada, decía a continuación:
-“No tengo nada que perder, ya mataron a mi esposo y a mi hijo. Sé quien los mató. Por eso he llenado la ciudad de carteles gigantescos con la cara del asesino. “Te encontraré”- dicen los carteles que se confunden con los de los candidatos para las próximas elecciones.
Todas esas noticias en 10 minutos, un solo día, una sola mañana.
Esa es la Guatemala que duele.
Duele un país en el que por matar a un señor acribillan a un facundo que se quedó en el medio.
Duele Guatemala por los cabral, pero más duele por los guatemaltecos.
Duele porque la vida no vale nada.
Y duele más cuando los que te matan ya están muertos desde hace tiempo.
Es como asistir a esas películas de ciencia ficción del 2100 donde una pandilla de muertos vivos persigue a los poetas que tratan de esconderse en las cuevas.
Eso es lo que duele en Guatemala.
Duele transformarse en cómplice por saber de antemano que los muertos iban a matar a Facundo.
Duele porque la vida no vale nada.
Y si no… preguntale a Pablo Milanés
La vida no vale nada
cuando otros se están matando
y yo sigo aquí cantando
cual si no pasara nada.
La vida no vale nada
si escucho un grito mortal
y no es capaz de tocar
mi corazón que se apaga.
La vida no vale nada
si ignoro que el asesino
cogió por otro camino
y prepara otra celada.
La vida no vale nada
si se sorprende a mi hermano
cuando supe de antemano
lo que se le preparaba.
Marciano Durán - Julio 2011
extraído de: Marciano Durán - Crónicas Marcianas
No hay comentarios:
Publicar un comentario